miércoles, 31 de agosto de 2016

Sutil, sabio y justo

La historia china guarda noticias de Di Ren-jie (c.630 - c.700), quien ocupara puestos de alto funcionario y juez durante la dinastía Tang (618-907) La dinastía Tang es como si dijéramos nuestro occidental Renacimiento, pero a lo bestia en todo: en la pintura, en la Filosofía, en la organización de los regadíos y del Estado… 

La fama de Di como estadista, filósofo, administrador y magistrado se mantuvo viva a lo largo de los siglos; sabemos que durante el período Ming (1368–1644) circularon unas novelillas con este funcionario como protagonista; el siglo XVIII reúne un volumen de mucha mayor calidad titulado Los casos del juez Di, en el que el magistrado revela varios misterios en los que concurren asesinos, ladrones, demonios y fantasmas.

Occidente conoció al juez Di gracias a Robert van Gulik (1910–1967) un diplomático, musicólogo, escritor, sinólogo y un sinfín de virtudes singulares más. El azar -aunque yo no creo en el azar- hizo que van Gulik se topara con un ejemplar de Los casos del juez Di en una librería polvorienta de Tokio muy poco antes de que el Japón invadiera la nación antiguamente llamada Birmania. Como primera provisión, y seguramente a causa del impacto que le produjo, tradujo y publicó el ejemplar (ya pasada la contingencia de la guerra) pero posteriormente se le ocurrió inventar y publicar otras historias del juez Di, bajo la condición de permitirse las libertades precisas para la invención de la trama (es decir, los crímenes y el desarrollo de la investigación); pero en todo lo demás guardaba fidelidad –como de novia antigua- al juez Di histórico. Esa fidelidad comprendía los detalles biográficos, estéticos, y, sobre todo, su universo filosófico y moral. 

Van Gulik quiso siempre que bajo sus novelas aparentemente triviales, latiera el pulso firme del confucianismo que practicara con tanto escrúpulo y provecho el Di Ren-jie de carne y hueso. Dicho de otro modo, Van Gulik recreó con sentido poético y sensibilidad filosófica las historias del juez Di para su propio gozo y el nuestro.

De nuevo el azar -en el que sigo sin creer- ha permitido conocer estas obras a los lectores hispanos de la mano de la Ediciones Edhasa y del traductor David León Gómez. No son en absoluto una novedad editorial: El Misterio del Pabellón Rojo, que cierra la serie, aparece en 2005. 

Si me permito rescatar estas referencias del olvido es porque se trata de literatura popular en grado mayor, porque las aventuras del juez Di son delicias literarias: elegantes, risueñas, eróticas (un erotismo suave, alimentado de sombras, de olores, o como mucho de pies diminutos, como flores de loto), misteriosas, emotivas, exóticas, enigmáticas, eruditas… y en su conjunto (porque sin duda hay que leer todas), constituyen un buen manual para introducirse en esa ética ceremoniosa, antigua y sólida que ha permitido a China mantenerse ahí, contra el viento de la Historia, ayer, hoy y siempre.

El juez Di es un hombre muy humilde en lo personal, pero no consiente la menor falta de respeto hacia su rango. 

Su condición de funcionario magistrado la ha adquirido tras superar una serie de exámenes de elevadísima exigencia en los que tuvo que demostrar su alto conocimiento de Caligrafía, Poesía, Legislación y  Jurisprudencia; Geografía, Historia de los Siete Reinos, y aún la Cronología de la Dinastía del Hijo del Dragón. 

El magistrado Di no debe su cargo a nadie, ni humano ni divino: su rango y su poder derivan de su conocimiento, de sus méritos y de su capacidad, y no deja de recordar esto a todos cuantos se inclinan ante su estrado. No da jamás tregua a los criminales, para que los espíritus de las víctimas puedan encontrar reposo. 

El juez Di guerrea infatigablemente contra el crimen para que la paz reine en el Imperio. El juez Di busca a los asesinos para que no los tenga que encontrar el pueblo. El juez Di castiga con mano firme a los culpables, para que los súbditos puedan ser misericordiosos.

Les invito a ustedes a conocer las novelas de Robert van Gulik que tienen como protagonista al juez Di -de quien es la justicia y la venganza- para que el perdón, la comprensión y el placer de la lectura sean nuestros, como infatigables lectores de buenos policiales.

Mi preferida es El monasterio encantado, aunque La perla del emperador resulte un díptico perfecto.




La peste


Justo cuando el Imperio Bizantino comenzaba a florecer, bajo el mandato de Justiniano I (527-565 después de Cristo), apareció un terrible enemigo al que no se podía derrotar en ninguna batalla campal. Se movía a bordo de barcos y caravanas comerciales, y era capaz de matar en cuestión de días en medio de fiebres, pesadillas y dolores. 

La peste había llegado al Imperio bizantino y estaba dispuesta a quedarse durante unos 225 años. La espantosa epidemia recibió el nombre de «plaga de Justiniano», aunque en realidad no solo afectó a los bizantinos sino que se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo, causando entre 25 y 50 millones de muertes, según los cálculos.

El estudio publicado este martes en la revista «Molecular Biology and Evolution» ha confirmado la gravedad de esta terrible epidemia después de analizar los genes de los restos de seis personas enterradas en Munich, Alemania, durante el siglo VI. Gracias a esto, no solo se ha confirmado de nuevo que la plaga fue aún más extensa de lo que los historiadores registraron, sino que se ha constatado la importancia de hacer este tipo de análisis para estudiar la evolución de microbios que, como la peste, están emergiendo nuevamente en algunos lugares.

Incienso para la peste...


«Nuestra investigación confirma que la “plaga de Justiniano” llegó mucho más allá de lo que quedó registrado en la historia», ha explicado Michal Feldman, coautora de este estudio. «Y nos aporta nuevas pistas sobre la evolución del Yersinia pestis (la bacteria causante de la variedad bubónica de la peste)».

Entre estos nuevos datos, se identificaron treinta nuevas mutaciones típicas de la plaga de Justiniano -tres de ellas relacionadas con genes de virulencia- y otras diecinueve mutaciones que se han considerado como falsas. Con todo, los datos sugieren según los científicos que esta cepa de peste era bastante más diversa de lo que se esperaba.

«Los resultados ilustran el potencial que tienen los análisis genéticos para ayudarnos a entender la evolución de los patógenos en algunos eventos históricos», continúa Feldman. De hecho, cree que su método podría mejorar la calidad y la autenticidad de los datos genómicos de los patógenos antiguos.



En esta ocasión la clave de los hallazgos ha sido poder realizar una cobertura de gran calidad del ADN de las bacterias presente en los huesos. Gracias a un golpe de suerte los científicos encontraron a una nueva víctima enterrada en la que el material genético estaba mejor preservado. Los investigadores creen que su trabajo ayudará a entender mejor cómo este microbio se adaptó y cómo impactó en los seres humanos. Aún así, todavía no se sabe ni cómo ni por qué este patógeno llegó a Alemania. También se desconoce el alcance real de la plaga y por qué acabó desapareciendo con el paso de los años. Se considera que la “plaga de Justiniano” fue la primera gran epidemia de peste, bastante antes de que la misma bacteria causara la “epidemia de la Peste Negra” entre los siglos XIV y XVII, y que matara al 60 por ciento de la población europea según los CDC. 

La siguiente sacudida histórica de la peste dejó diez millones de muertes a principios del siglo XIX.

Esta bacteria -que ha estado conviviendo con los humanos desde hace 5.000 años- sigue hoy en día presente. El brote más reciente se registró en India a mediados del siglo pasado, y en Vietnam durante la guerra (1960-1970) África y Madagascar son las áreas donde se registran actualmente el 95 por ciento de los casos.


Durante siglos la peste fue una catástrofe capaz de dejar ciudades completamente devastadas y de sembrar el pánico entre la población, hasta el punto de que los muertos quedaran sin sepultura. Fue tan terrible que se veía como un “castigo divino”, y daba su nombre a uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis también llamado Muerte.

Médicos equipados contra la peste

-¿Qué es la peste?

Es una enfermedad que afecta a humanos y a otros mamíferos, y es causada por la bacteria Yersinia pestis. Se suele contagiar a través de la picadura de pulgas que hayan picado previamente a roedores portadores de la bacteria, o solo por manipular a estos animales. Hay tres variedades de este mal: la peste bubónica, la peste neumónica y la peste septicémica.

-¿Podría haber una epidemia grave?

La peste es una enfermedad muy seria, pero fácilmente tratable con antibióticos, por lo que no parece probable que los posibles brotes queden fuera de control. Aún así, si no se trata con premura, puede causar la muerte. Actualmente hay casos de peste en África, Asia y Madagascar, y situaciones aisladas incluso dentro de Estados Unidos.

-¿Qué influencia tuvo en la Historia?

La peste causó al menos decenas de millones de muertes. Infecta al humano desde la aparición de las primeras guerras hace 5.000 años, y algunos la han relacionado con la caída del Imperio Romano o la ven como un factor que influyó en las innovaciones sociales, económicas y técnicas que llevaron al Renacimiento. En la historia se habla de tres grandes plagas: la de Justiniano (entre 25 y 50 millones de muertes entre los siglos VI y VIII en la cuenca del Mediterráneo y más allá), la de la Peste Negra (entre los siglos XIV y XVI, matando al 60 por ciento de la población europea) y la del siglo XIX, que mató a 10 millones de personas.

-Arma de guerra, entonces.

Sí. En la Historia se ha usado como arma biológica. En la Edad Media se lanzaban cadáveres infectados sobre las murallas de las ciudades asediadas, y en la Segunda Guerra Mundial los japoneses idearon planes de bombardeo de pulgas infectadas sobre ciudades chinas. Durante la Guerra Fría se planeó rociarla con aerosol. Hoy en día se teme que los terroristas la usen.

jueves, 25 de agosto de 2016

Los santos del pecado, el alcohol y el delito


La "Corte Malandra" o "Corte Calé"
el escaño más bajo del séquito 
en el culto sincrético de María Lionza 

Pudieran pedirle a la Santa María, pero un grupo de hombres en un cementerio de Caracas prefieren beber aguardiente y fumar tabaco mientras hacen sus peticiones ante la tumba de Ismael, el líder de una corte espiritual formada por una docena de delincuentes, adorados en Venezuela. 

La Corte Malandra o Corte Calé, una leyenda local que versiona la historia de Robin Hood y sus arqueros y los sube a los altares con revólveres y navajas, es el escaño más bajo del séquito de la reina María Lionza, un culto espiritista popular en Venezuela. 

El más popular de la Corte es Ismael Sánchez quien, según su historia más popular, fue un ladrón que vivió en una zona populosa de Caracas y dedicó su vida a robar a los ricos para ayudar a los pobres, y por ello al morir fue llamado al reino de la diosa indígena Maria Lionza para hacer el bien. 
"Muchos te catalogan al decir que eres malandro, pero los que creemos en ti, sabemos de tu buena fe (...)", dice un afiche gigante colgado sobre la tumba de Ismaelito, como le llaman con cariño. 

A solicitar su protección acuden quienes temen ser robados en las calles, los policías que buscan el resguardo espiritual del peligro del oficio, las mujeres agredidas por sus maridos, los que buscan a familiares desaparecidos... y también los delincuentes para salir airosos del delito. 
Omaira Centeno acude todos los domingos al cementerio y sobre la tumba del "santo malandro" llora por la vida de su hijo, en una prisión de Venezuela por varios delitos que según su madre "jamás" cometió. 

"Yo no hallaba a quién pedirle, hasta que vine aquí, yo le pido, lloro con Ismaelito para que me cuide, que no me le hagan daño (en la cárcel)", cuenta Centeno mientras calza un cigarrillo en la boca de la estatuilla de yeso, y agrega: 
"Cuando llamas a Ismael, no puedes dejar que se le apague el cigarro, el fuma demasiado, uno atrás de otro". 

La historia de Ismael, su eterno amor Isabelita, el "Ratón", el "Pez Gordo", "Tomasito", "el chamo Machera", y los muchos miembros de esta corte se pierden entre el mito, la realidad y la riqueza del sincretismo popular. 
Cruz Crescenio Mejía, de tez oscura, fue otro delincuente que según la leyenda vivió a principios de la década de 1940 y estuvo en prisión al menos en cuatro oportunidades, de donde se fugó el mismo número de veces gracias a su "pacto con el Diablo". Crescenio es también muy popular en la Corte, en la que es más conocido como "Petróleo Crudo". "Murió de 132 tiros (sin contar la balas que pasaron por el mismo hueco) durante un intento frustrado de robo a un banco. Sus cómplices (que él creía sus amigos) lo dejaron solo al llegar la policía", cuenta la historia de Tomasito, otro santo malandro, en una página de Facebook. 




Las muestras de agradecimiento abundan alrededor de estas figuras, que en los comercios informales son vendidas en forma de estampita o estatuillas de yeso en todos los tamaños e incluso a escala real. 
Las historias de sus creyentes se pierden entre la realidad y lo mágico. 

"Coya" se mudó al cementerio hace ocho años, para pagar una promesa a Ismael, convencido de que este le salvó la vida cuando era perseguido por delincuentes y -asegura- será el guardián de los nichos de la corte por 20 años. 
"A mi me cayeron a tiros unos malandros donde yo vivía, y me quede ahí en el piso: nadie me ayudaba porque ya estaba muerto, pero de repente desperté", cuenta. Desde entonces vive en una capilla abandonada en el cementerio, entre los vendedores ambulantes de cerveza, los muertos olvidados, los sarcófagos profanados, mártires, ex presidentes, y hasta el escritor Rómulo Gallegos, todos ellos también enterrados en el antiguo camposanto. 

Los espiritistas que siguen el culto a María Lionza practican con frecuencia y en privado ceremonias para "bajar" o "transportar" espíritus de alguna de las cortes de la deidad indígena, y así poder pedir los favores a sus santos "personalmente". 

En una hacienda a unos cien kilómetros de Caracas, Víctor Romero se prepara en el centro de un pequeño grupo de hombres y mujeres que esperan "la bajada" del espíritu de Ismael. 
Mientras se retuerce sobre la punta de los pies y una mujer le escupe aguardiente, Víctor balbucea algunas palabras sin sentido, y todos a su alrededor esperan al santo malandro para quien llevan una lista de peticiones. 

Después de gritos y gemidos, el joven "materia" -como se les conoce en el espiritismo a quienes reciben espíritus- se sienta, pide una gorra, cigarrillos y aguardiente y se dispone a escuchar. 

"Todo está en la fe que tú le pongas", dice el espíritu en medio del trance, una frase que da rienda suelta a este modo de entenderse con la vida y que, como en el ilusionismo, aunque se vean los hilos y el truco nadie lo ve, porque todos prefieren creer que hay magia. 










Putas y devotas, recorrido por el mundo religioso de la prostitución en Bogotá


Por Fabián Páez López



Para los cristianos, durante la Semana Santa se conmemoran los días de La Pasión de Cristo. Paradójicamente, en esta misma semana, el negocio de la pasión (con minúscula) se ve interrumpido por unos días. En Bogotá, a las  iglesias y los prostíbulos  los separan unas cuantas cuadras, y aunque  pareciera que el mundo religioso y el de la prostitución se contradicen el uno con el otro, lo cierto es que están más que conectados.  

Hicimos un recorrido por varios de esos libidinosos pasadizos de neón de los burdeles bogotanos y nos encontramos de frente con una realidad mágico-religiosa efervescente y diversa. La industria del sexo en la ciudad no solo está rodeada por creencias y rituales del catolicismo, sino que también ha incorporado elementos de sectas. Lo sobrenatural es parte fundamental del mundo de la prostitución.

¿Sexo el viernes santo?

Nuestra tarea principal era averiguar si había algún establecimiento que se atreviera a profanar el viernes santo. El día en el que según la creencia popular está prohibido bañarse, ir de fiesta, comer carne, y, sobre todo fornicar, so pena de sufrir de lo que los especialistas en medicina han llamado “penis cautivus”. Es decir, quedarse pegado a la pareja en plena faena. Al parecer esta amenaza bíblica les preocupaba lo suficiente a las trabajadoras sexuales y a los dueños de los recintos como para que sea un deber rehusarse a trabajar. Entramos a uno de los tradicionales clubes de chicas de Bogotá, La Forty Nine. Allí nos contaron que muchas de sus trabajadoras prefieren no tener sexo en los días santos porque “salan” el trabajo de todo el año. Les trae mala suerte. No le temen a al mito de quedarse adheridas a su amante sino a perder a sus clientes. “Para las mujeres que trabajan en este negocio la suerte es algo muy importante. Se hacen baños, rezos, son muy agüereras”, dijo el administrador del lugar.  

A unos cuantos metros de La Forty Nine le pregunté a uno de los sujetos que vociferaban entre dientes “chicas, chicas, siga y mire sin compromiso”, por un lugar que estuviera abierto toda la semana sin importar las restricciones religiosas. Su respuesta fue mirarnos como si fuéramos enviados de Satanás. Nos abrió los ojos con la cara de impresión que pondría cualquier fiel creyente si le ofrecieran “chicas, chicas” durante una procesión. Solo le faltó persignarse.  Muy seriamente me respondió: “Esos días se respetan. ¿Quién va a ser capaz de trabajar en un viernes santo?” 

Entramos al sórdido lugar al que nos invitaba el escandalizado promotor del burdel. Allí intenté hablar con una de las prostitutas que estaban expectantes ante la presencia de un cliente, pero creo que había consumido suficiente cocaína como para no recordar ni en qué semana estaba. Decidimos irnos, y mientras salíamos, por entre un lúgubre pasillo, encontramos un rincón dedicado a los santos. Había un vaso de agua, una vela encendida y cuatro estampas religiosas alrededor de ella. Según nos contaron después, el dueño del lugar los pone ahí sagradamente para que el negocio sea próspero y esté protegido. Una de las imágenes que estaban alrededor de la vela era de la Virgen del Carmen, la matrona de las prostitutas. Conocida también como la protectora de quienes se dedican a oficios difíciles. No podría ser otro el arquetipo moral de la mujer cristiana, madre y virgen a la vez. A partir de ese tipo de referentes morales es que se  ha creado un estigma sobre la sexualidad que ha recaído en nuestros imaginarios sobre el ejercicio de la prostitución. Aunque el hecho de que una figura de intachable reputación para los cristianos sea la protectora de las prostitutas pareciera contradictorio, es de esta forma que las trabajadoras sexuales han encontrado cómo legitimarse dentro del mundo de lo sagrado. Para todo hay santos y patronos. Seguramente es más difícil para cualquiera pasarse la vida pensando todos los días que vive en el pecado. 

Un padre nuestro para amenizar el desnudo

Seguimos nuestro recorrido en otro de los sitios de la localidad de Chapinero que no tienen letrero. Cuando entramos el Dj hizo un llamado y a la pasarela subió una mujer que aparentaba unos 25 años. Su nombre artístico era Cristal. Llevaba media cabeza rapada, varios tatuajes, un corsé negro y una microfalda que pronto terminaría en el suelo. Su paso por el tubo de baile estuvo amenizado por una melodía un tanto siniestra: era una versión tecno del Padre Nuestro interpretada por el grupo alemán de dance monumental E Nomine. No sé si fue por la temporada sacra que interrumpieron  la tanda musical de reggaetón, pero este interludio musical era, para nosotros,  la forma en que allí celebraban el inicio de la Semana Mayor. 

Cristal terminó su show y nos contó que no tenía 25 sino 38 años, que había venido a Colombia desde Venezuela a ganar dinero en pesos, y que su intención era quedarse acá. En su espalda tenía tatuado un ángel bebé, que se hizo después de haber tenido un aborto. Dijo que aunque creía mucho en Dios, los ángeles le ayudaban mucho. “La gente es prejuiciosa. Piensan que porque uno trabaja en esto no puede creer en Dios. Acá hay mujeres que han vivido cosas muy duras y Dios es su única ayuda. Las normas de la semana santa no solo son acatadas, también hay mujeres que salen después de su jornada nocturna derechito para la iglesia”. 

Después de todo, la presentación de Cristal aún con el Padre Nuestro de fondo no tuvo nada de siniestra. A veces tenemos prejuicios hasta con la música, le atribuimos significados profundos a elementos que se prestan para cualquier tipo de relleno ideológico.  

“A la que se come El Negro Felipe le trae fortuna”



Ya estaba claro que el viernes santo no era precisamente un día destinado a los placeres carnales. Para eso está el resto del año. Pero en los burdeles que visitamos no solo eran devotas de santos y crucifijos. Más allá de esa peculiar forma de sortear  los prejuicios del catolicismo, en estos espacios hay un mundo de creencias que involucran otros elementos sincréticos, como la brujería, hechizos o rituales, sino sobre todo  al “Negro Felipe”

¿Quién era este personaje que nos mencionaron en cada lugar que visitamos? El Negro Felipe se ha aparecido por los prostíbulos más reconocidos del barrio Santa Fe, los de la Forty Nine, los del 7 de agosto y los de casi toda Latinoamérica. 

Los datos sobre el origen de este personaje son difusos. Se dice que llegó desde África a América alrededor del año 1560 como uno de tantos esclavos, y que logró cierto prestigio por haberse escapado y luchado por su libertad. El hecho que lo convirtió en benefactor de las putas es un misterio, pero se sabe que fue a través de los rituales afro-caribeños que se convirtió en una especie de santo. 

Desde luego, las prostitutas lo conocen mucho mejor. 

Para ellas es sinónimo de fortuna en el trabajo, pero su ayuda no es gratuita: produce amores y odios. Es muy común encontrarse con que en los burdeles haya también espacios para que vivan las trabajadoras sexuales. Y es justo en sus habitaciones donde aparece el Negro Felipe. En el barrio Santafé, por ejemplo, la mayoría de prostitutas viven en su lugar de trabajo. Mariana -una de las mujeres que viven en uno de estos clubes- dijo haber tenido la suerte de haber recibido la visita de este personaje. “Un día que no había tenido clientes me fui a dormir y sentí como me empezaban a tocar y yo no podía hablar. Después tuvimos sexo por un buen rato. No le pude ver la cara, pero yo ya había escuchado del Negro Felipe y sabía que era él. Después de eso tuve una buena racha con los clientes, me sacaban de acá y todo. Después no me volvió a buscar”. 

Aunque no para todas ha sido una buena experiencia. Paola, una mujer de unos 30 años, nos contó que cuando se le apareció el Negro Felipe, se sintió perseguida.  “Una noche intentaba dormir pero sentía que un tipo negro me hacía el amor. Era muy real y me dolía, pero él no paraba. Nunca tenía el mismo rostro pero siempre era negro. Era como la personificación de todo lo que no me gustaba. A veces era como un ñero, otras como un diablo. En esa época, no sé si porque era más joven o porque el Negro me estaba comiendo, pero era la más buscada por los clientes y a las demás les daba envidia. Cuando le conté a las otras niñas, me dijeron que le cogiera cariño, porque a la que se come el Negro Felipe le va bien. Pero yo ya no podía estar tranquila. Dejé de trabajar un tiempo y no se me volvió a aparecer”. 

La devoción por este personaje, más que una leyenda es una demostración de la importancia que tiene la suerte para quienes, de una u otra forma, viven del negocio de la prostitución. 

Hay mujeres que “rezan” a los clientes para que vuelvan, que visitan brujos frecuentemente y se hacen baños para la fortuna. Las costumbres católicas se mezclan con estos rituales, demostrando una vez más el sincretismo característico dentro del pensamiento religioso de las prostitutas. 

Un negocio sagrado

Para desespero de la derecha cristiana, según cifras de la Secretaría de Integración Social, hay 6.000 mujeres que ejercen la prostitución en Bogotá, distribuidas en 452 establecimientos en 18 de las 20 localidades de la ciudad. 

Pero así como hay trabajadoras que se establecen en un lugar y logran trabajar bajo condiciones de asepsia y de seguridad estables, también hay gente que vive en peores condiciones. Se sabe por ejemplo que en San Victorino hay niñas prostitutas que viven en una situación tan compleja que son sus mismos padres o novios los que las acompañan  y ofrecen. 

Parece que nos hemos dedicado mucho a pensar en qué es lo pecaminoso y hemos perdido de vista que lo primordial es que cada mujer pueda escoger lo que quiere hacer. Algún fetiche estaremos reprimiendo cuando hay tanta sanción moral. La semana santa pronto se acaba y, como nos dijeron en cada lugar al que fuimos, una semana después es cuando más clientes llegan. 

La pasión continúa...



Salve Regina

María Lionza -María de la Onza, Yara, Guaichía- es una deidad femenina autóctona del folklore venezolano.



De acuerdo con la antropóloga venezolana Daisy Barreto (1990: 12), las referencias más antiguas al culto se encuentran en testimonios orales que datan de principios de siglo en los cuales campesinos de la región de Yaracuy y algunas áreas adyacentes discuten la existencia de una devoción de corte campesino y afrovenezolano a la reina María Lionza en las sierras de la montaña Sorte en Chivacoa. En ese tiempo, el culto se circunscribía a esa pequeña región y estaba basado en la devoción a los antepasados, en su mayor parte caciques indígenas y héroes de la independencia venezolana (Ferrandiz, 1999)

La importancia que la religión de María Lionza tiene en Venezuela es tal, que según el antropólogo estadounidense de la Universidad de Tulane, Wade Glenn, más de la mitad de la población ha participado en algún ritual "marialioncero".

Representada popularmente como una diosa-reina, María Lionza es la figura central del llamado Espiritismo Marialioncero, culto en el que se mezclan ritos y creencias católicas, indígenas y africanas, que ha absorbido elementos de la religión yoruba establecida en Cuba y Brasil y elementos místicos y teológicos de otras culturas.

A pesar de que se cree de origen indígena, comúnmente se la representa como una mujer blanca con una corona de oro en la cabeza y una rosa y un banderín en la mano derecha. El banderín tiene escrito su misión como diosa: “Protectora de las aguas, Diosa de las cosechas”.



No existe documentación histórica sobre la mujer representada, pero sí numerosas teorías contemporáneas sobre el origen del mito basadas en la tradición oral venezolana. Estas historias, aunque diferentes, coinciden en señalar a María Lionza como un ser sobrehumano –una “encantada”- que habita las montañas de Sorte en el estado Yaracuy, desde donde el culto se extendió al resto del país alrededor del año 1900. Por esta razón, la región de Sorte es un sitio de peregrinación constante de los creyentes del culto marialioncero.

"María Lionza es una diosa bucólica que vive apaciblemente en la espesura de los bosques, en las aguas remansadas, en grutas encantadas, entre rebaños de animales salvajes y rodeada de espíritus subordinados y obedientes" (Francisco Tamayo)

En América representa un símil de la diosa Afrodita-Venus y Gea, diosa de la paz, el amor, la armonía, siempre relacionada con la magia del agua, del trueno, de los perfumes, los bosques y montañas con los animales que los habitan. También representa el misterio universal de la femineidad y el amor, así como otras representaciones de la naturaleza en su aspecto femenino.

El escultor Alejandro Colina la inmortalizó para el mundo como una mujer desnuda de musculatura atlética, sobre una danta (tapir macho, adorado por tribus indígenas), con las manos extendidas, en las que sostiene un hueso de pelvis femenina (símbolo de la fertilidad) Con sus pies, la danta aplasta serpientes, símbolos aquí de envidia y egoísmo. Esta escultura se realizó durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, y está emplazada en la Autopista Francisco Fajardo justo al lado de la Universidad Central de Venezuela.

La imagen de María Lionza que esculpiera Colina representa a una divinidad indígena cuyo culto tiene su origen en la Serranía de Sorte en el estado Yaracuy y cuya práctica se ha extendido a otros países latinoamericanos y caribeños como Puerto Rico, República Dominicana y Colombia. Quienes visitan el monumento suelen depositar allí cartas de petición, flores y coronas. “El número de fieles del culto de María Lionza, que reúne elementos mágico-religiosos de diferentes culturas, ha aumentado y quienes lo practican buscan la solución a sus problemas espirituales y materiales” (Angelina Pollak-Eltz, 1985)

La cultura popular venezolana, al igual que la de casi toda América Latina, está formada por la unión de negros, indios y blancos –españoles y portugueses- María Lionza es centro de una trilogía de máxima jerarquía en las cortes espirituales venezolanas. Dicha trilogía está conformada por María Lionza, el Cacique Guaicaipuro -jefe de los indios Caracas y de otras tribus que se opusieron férreamente a los españoles- y el Negro Felipe, soldado liberto durante las guerras de Independencia de Venezuela.

Según la leyenda, Maria Lionza (Yara) fue una doncella nívar, hija encantada de un poderoso cacique de Nirgua. El chamán de la aldea había predicho que cuando naciera una niña de ojos extraños, “de ojos color verde agua”, había que sacrificarla y ofrendarla al Dueño del Agua -el Gran Anaconda- porque si no ocurriría una ruina perpetua y la extinción de los nívar. Pero su padre fue incapaz de hacerlo, y escondió a la niña en una cueva de la montaña, con veintidós guerreros que la vigilaban e impedían su salida. La muchacha tenía prohibido mirarse en los espejos de agua, para no ser consciente de su sobrehumana belleza. Pero un día una fuerza misteriosa adormeció a los guardianes y la bella joven salió de la cueva y caminó hasta el lago donde residía el Señor Anaconda, descubriendo su propio reflejo en el agua. Ella quedó encantada con la visión de su figura, y chapoteó en el agua-espejo feliz de tal hallazgo. Así despertó al Dueño de Agua, al Gran Anaconda, que emergió de las profundidades del lado, prendándose de ella y atrayéndola hacia su dominio. En el lago, Maria Lionza y la poderosa serpiente celebraron una comunión espiritual y mística. Cuando su padre descubrió la unión con el poderoso ofidio, intentó separarlos. Entonces Anaconda creció y se hizo enorme, y estalló su piel dorada provocando una gran inundación que arrasó con la aldea y su gente. Desde ese día, Maria Lionza se transformó en la protectora y dueña de las lagunas, ríos y cascadas, la madre protectora de la naturaleza, los animales silvestres y la reina del amor, como heredera del poder mágico del Poderoso Anaconda. El mito de Yara sobrevivió a la conquista española, aunque sufrió algunas modificaciones, siendo también conocido entre las tribus del Brasil amazónico. En este sentido, Yara fue cubierta por la religión católica con el manto de la virgen cristiana y tomó el nombre de Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar. 
Con el paso del tiempo, la cristiana advocación sería conocida como María de la Onza, o sea, María Lionza.

“El mito de María Lionza forma parte de nuestra riqueza espiritual y nuestra herencia aborigen, y como tal forma parte de un patrimonio vivo que se renueva y se expresa en el misterio de la mujer y lo femenino”. (Angelina Pollak-Eltz)

Pero, ¿cómo se empezó a estudiar este mito? En 1939 Gilberto Antolínez registró el mito de María Lionza cuando se encontraba haciendo una recopilación etnográfica de nuestros aborígenes. Esta fue la primera investigación que se hizo de que se siguen haciendo en torno al símbolo de la mujer, lo femenino, la madre y la naturaleza, elementos fundamentales de este mito y de nuestra cultura.

En 1951 el artista Alejandro Colina elaboró la escultura de María Lionza en Caracas. Con el pasar del tiempo esta imagen trascendió los gustos estéticos de su época y ocupó un espacio significativo en el imaginario colectivo de los habitantes de la ciudad de Caracas y de todos los creyentes del mito. Muestra de ello es todo el interés que despierta su estado de conservación mientras estuvo en pie en la Autopista Francisco Fajardo; así como cuando se partió, el 6 de junio de 2004, y durante su proceso de restauración que culminó en 2011. Actualmente, la pieza está en custodia de la Universidad Central de Venezuela (UCV), en las instalaciones de la Casona Ibarra, colocando en su lugar una réplica de la obra original. El traslado de sus partes se efectuó satisfactoriamente desde la autopista hasta la UCV, a través de un trabajo multidisciplinario de la Comisión para la Preservación y Desarrollo (COPRED) La UCV actualmente está solicitando a la alcaldía Libertador remover la réplica para colocar la escultura original en su correspondiente lugar. El IPC en su papel de órgano rector en la conservación del patrimonio del país realiza visitas de carácter informativo, con el fin de conocer los lineamientos y metodologías que se espera ejecutar en el proceso de intervención. En torno a María Lionza gira no solo lo intangible del mito; ahora se le añaden los valores artísticos, las formas y los volúmenes de la obra de arte.

“La vinculación entre el mito de María Lionza y la naturaleza se hace evidente en el estado Yaracuy, próximo a la población de Chivacoa, donde se encuentra el macizo de Nirgua, declarado Monumento Nacional María Lionza en 1960. En este monumento se origina el Río Yaracuy,  que surte de agua a todo el estado y desemboca en el Mar Caribe. Se caracteriza por su selva nublada, y entre su fauna se destaca la danta o tapir, un elemento simbólico que forma parte del mito. En este patrimonio natural se conjugan los valores de nuestra diversidad biológica con las creencias y rituales destinados a la diosa. Todo este conjunto califica este espacio como un paisaje cultural donde convive el ambiente y la cultura en torno al mito. Para el Instituto del Patrimonio Cultural, el mito de María Lionza simboliza la manera en que se gesta el mestizaje biológico y cultural de Venezuela. En él se expresan las raíces indígenas, europeas y africanas que conforman el mapa de Venezuela. Por tal motivo, desde el año 2000 varias instituciones académicas vienen trabajando en la elaboración del expediente para su declaratoria como patrimonio inmaterial de la Nación, entre las que destaca la Escuela de Antropología de la UCV, la Universidad Nacional Experimental de Yaracuy (UNEY) y el IPC”. (Prof. Zaida García, septiembre de 2004)

Hay más de una veintena de relatos o leyendas sobre la diosa. Los etnólogos han descubierto que el mito es constantemente escrito en los círculos espiritistas del culto a María Lionza. Sin embargo es difícil encontrar alguna versión escrita del mito. En este trabajo las versiones del mito que se mencionan se tomaron de la lectura que hace Girardi del mito de María Lionza, (s/fc.), que reseña como los más importantes y más aceptados por los devotos:

Relato 1.- El cacique indio tenía una linda hija de ojos verdes. Como los ojos verdes eran un mal signo, el padre decidió llevarla al lago y dársela a la anaconda que vivía en el fondo del lago. Después, la anaconda la arrojó hacia fuera del lago. Se volvió una diosa maravillosa rodeada por muchos animales, agua y plantas.

Relato 2.- Antolínez (1945), etnógrafo, registró el siguiente: Hace mucho tiempo atrás la gente de Yaracuy (Jirajara), recibió un aviso o premonición de que una niña de ojos verdes iba a nacer. Eso se consideraba una alerta, porque sus ojos podrían ser una señal de malos tiempos por venir y, si veía su reflejo en el lago cercano, una monstruosa culebra podría salir de ella y traer muerte y destrucción. Bajo esta profecía y justo antes de la conquista española, una niña de ojos verdes nació. Estaba destinada a ser sacrificada a la gran Anaconda por el aviso recibido. El padre la salvó y la envió a un lugar secreto donde creció. Veintidós guardias la cuidaron en esa nueva casa y se encargaban enérgicamente de prevenir que la niña se acercara al lago. Un día los guardias se durmieron y la joven escapó de ellos. Fue al campo y encontró en su camino un bello lago y con fascinación, vio su propio reflejo en el agua. Desde ese momento en adelante, tomó la forma de una anaconda y creció tanto que su cuerpo explotó y desbordó las aguas trayendo inundaciones al pueblo. Su cabeza estaba en la laguna de Tacarigua, y su cola en la montaña de Sorte.

Relato 3.- El cacique indio de Yaracuy tenía una niña de ojos verdes deslumbrantes. Era una buena señal para la familia y la comunidad, que tanto necesitaban en los tiempos duros de la conquista española. A medida que crecía, se convirtió en un amuleto de salvación para la comunidad. El nombre de la niña era Yara. Tupi, su madre, la llevó a la montaña donde permanecía a salvo bajo el cuidado de un regimiento de guardias. Sin embargo, la situación con los conquistadores españoles empeoró. El encanto de Yara le permitió convertirse en una diplomática para establecer conversaciones con los españoles, y la comunidad puso todas sus expectativas en ella como instrumento de paz. Se reunió con Ponce de León usando el nombre de María del Prado. La conversación fracasó y ella se retiró a la montaña donde desapareció y se mantuvo allá como una diosa.

Algunos estudiosos encuentran a Yara parecida a Iara, deidad que pertenece a los mitos de los tupi-guaraníes en Brasil. Antolínez define a Iara como una mujer dulce pero con sonrisa melancólica que atrae y captura a los hombres, satisface sus deseos con ellos y luego los abandona. La lujuria es lo que la impulsa, pues es una come hombres. Los atributos de Iara también han sido proyectados en María Lionza.

Relato 4.- Para 1920 el mito relataba a la diosa como una mujer blanca (Garmendia, 1980) María era hija de una pareja de españoles. Cuando tenía 15 años desapareció, mientras nadaba en un lago. No murió, sino que fue rescatada por una onza (jaguar o leopardo americano) La onza y María eran una y la misma, por ello se llama María de la Onza que el dialecto popular condensó en el nombre María Lionza. Hay una versión similar a ésta, donde María Lionza se llama María Concepción de Sorte, hija de unos españoles, que creció entre los animales del bosque hasta que un día le atrajo una luz extraña y desapareció en el lago. Se fue al cielo y se unió a algunos indios, que la hicieron su reina. Cabalga sobre una onza.

Relato 5.- Algunos historiadores han tratado de averiguar si la historia de María Lionza es real. Para Garmendia, María Lionza era una dama española que vivía en Barquisimeto durante la mitad del siglo XVII y su verdadero nombre era María Alonso. Era propietaria de vastas extensiones de tierra y era famosa por su bondad y la forma tan dulce con que trataba a los trabajadores. Tenía afinidad por las onzas y era propietaria de 1.000 de estos animales...

Relato 6.- Para Bruno Manara, historiador, (1995) María Lionza era una española que posiblemente se llamaba María del Marqués. Nació en España y vino a Venezuela después que su barco naufragó como resultado de un huracán que asoló al Mar Caribe en 1800. Fue arrojada a las playas venezolanas y fue rescatada por un grupo de indígenas que se la llevaron a Chivacoa, un jefe indio joven. Ella le enseñó algunas habilidades básicas a la tribu y luego se convirtió en reina de la tribu y de las montañas. Los estudios hechos por el licenciado Bruno Manara (1995: 217-219, 225, 232, 236) buscan despejar la incógnita del origen del mito María Lionza. Por lo extenso del trabajo se resume la versión aportada por la comunicación a través de dos mediums en los que la diosa se hace presente y relata su origen: llega a Venezuela en un buque que naufraga y llega al actual Puerto Cabello (Estado Carabobo), natural de Tenerife (Islas Canarias) y de aproximadamente 25 años, su nombre original es María Leoncia del Marqués. Son los indios araucos quienes la rescatan en la playa y la llaman “Lionza”, que quiere decir “mujer llegada por aguas” y llevada a la montaña-residencia de los indígenas, lugar en el que hoy se le venera (Sorte, Yaracuy) De acuerdo a esta versión, muere a los 66 años.

En 2015 se publicó en Francia como parte de una novela corta una reescritura del mito de María Lionza. El escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez incluyó en su libro Las siete fuentes (traducido y publicado como Les septs fontaines) una versión del mito en el que María Lionza debe enfrentar a su padre don Juan de los Cerros, dios feroz que controla la montaña y se convierte en serpiente para someter a los hombres y mujeres que viven cercanos a la laguna. María Lionza y sus doce hermanos -don Juan de los Caminos, don Juan de las aguas, etc.- logran triunfar sobre este dios, hasta que finalmente ella se retira a Sorte después de salvar a las personas del poblado donde creció.

Maria Lionza, acompañada del Negro Felipe y del Cacique Guaicaipuro conforma las “Tres Potencias”. Ellos son la base fundamental de un cielo de deidades y espíritus divididos jerárquicamente en “Cortes”.









Las principales cortes de Maria Lionza son:

a.- La Corte Celestial: Los santos católicos.

b.- La Corte Indígena Venezolana, compuesta por: caciques, cacicas, indios e indias, presidida por el Cacique Guaicaipuro, la India Cari o  Cara (hermana del Cacique Guaicaipuro) y forman parte de ella el Cacique Yoraco, el Cacique Naiguatá, Reina Urimare, Cacique Urimare (Hombre), Cacique Mara, India Mara (hermana del cacique Mara), Tamanaco, India Tibisay, India Rosa, Cacique Sorocaima, Cacique Churuguara, Cacique Terepaima, Indio Yaguarin, Indio Arichuna, Indio Cayaurima, Cacique Tiuna, Cacique Paramaconi, Cacique Caracas, Cacique Barquisimeto,  Cacique Baruta, Cacique Guaicamacuto, Cacique Jirajara, indio Caroni, Cacique Naiguata, indio Canaima, Cacique Chacao, Cacique Catia, Gran Cacique León de las Caramas, Cacique Coromoto, Cacique Guaicamacuare, Cacique Prepocunate, Cacique Guayoma, entre otros.

c.- La Corte Negra: compuesta por negros esclavos, brujos y brujas de color como el Negro Felipe, la Negra Matea Bolívar (aya del Libertador Simón Bolívar), la Negra Francisca, la Negra Tomasa, el Negro Pío, el Negro Eloy, Macario Pantoja, el Negro Lorenzo, la Negra Petra, Felipa del Valle.

d.- La Corte Libertadora: compuesta por quienes lucharon contra la corona española presidida por Simón Bolívar, Francisco de Miranda, el Mariscal Antonio José de Sucre, José Antonio Páez, Simón Rodríguez, El Doctor Raúl Salazar, el Negro Primero "Pedro Camejo" entre otros.

e.- La Corte Calé o Malandra: liderada por el malandro Ismael también compuesta por La chama Isabel, Jhonny, Antonio, Freddy, Ramón, Machera, El Ratón, Tomasito, Miguelito, Luisito, Pedro, Luis Sánchez, Manuel Sánchez Sánchez, El Chamo Gabriel, Pez Gordo, William y el perro Frank, entre otros.

f.- La Corte de los Juanes, llamada por algunos corte de los Don Juanes: compuesta por varias figuras que pertenecen al folclore venezolano, como Don Juan del Tabaco, Don Juan de los Caminos, Don Juan de los Suspiros, Don Juan de los Cuatro Vientos, Don Juan de los Pensamientos, Don Juan del Chaparro, Don Juan De la Calle, Don Juan del Amor, Don Juan de la Aguas, Don Juan del Dinero, Don Juan del Progreso, Don Juan de los Tesoros, Don Juan de La Fuerza, Don Juan del Yaracuy, Don Juan del Descruce, Don Juan de la Luz, Don Juan del Trabajo, Don Juan de los Negocios, Don Juan del Tumba-Tumba, Don Juan del Borracho, Don Juan de la Lotería, Don Juan de las Cruces, Don Juan de las Sombreros, entre otros.

g.- La Corte Médica, compuesta por doctores(a)s y enfermeros. Liderada por el Dr. José Gregorio Hernández (El Venerable), Dr. José María Vargas, Dr. Luis Razzetti, Dra. Tamara Kayruzan, Dra. Diana Kayruzan (hermana de la Dra. Tamara) Plazo Izquierdo, Alberto Díaz, Doctora Magali, Dr. Francisco Maldonado, el Dr. Pediatra Vladimir Mendoza, entre otros.

h.- La Corte Chamarrera, liderizada por Nicanor Ochoa “Pinto Morillo” el brujo que cura y mata las veinticuatro horas, Juana de la cruz Camargo, Don Juan Pablo Romero Castillo, entre otros.

i.- La corte de las Ánimas, compuesta por las ánimas milagrosas de la creencia popular venezolana.
Existen sin embargo más cortes espirituales en torno a María Lionza, como la Corte Egipcia, la Corte de las Reinas, la Corte de los Encantos, y la Corte Bruja, entre otras.

“El Cerro María Lionza fue declarado monumento natural mediante el Decreto No. 234 del 18 de marzo de 1960. Se trata de un macizo montañoso donde nace el río Yaracuy, con extensos bosques vírgenes. Un verdadero asiento de leyendas, cultos folclóricos y mágico-religiosos.
El Gobierno de Rómulo Betancourt (1958-1963) declaró el 18 de marzo de 1960 al Cerro María Lionza como Monumento Natural, cuando a la vez persiguió y detuvo a los que practican el culto. En fechas anteriores y posteriores a tal declaratoria en la Gaceta Oficial, ubicamos en la prensa de circulación nacional artículos referidos a la detención de diversos “brujos” en las zonas de Acarigua-Araure, en el Estado Portuguesa, en San Cristóbal en el Estado Táchira, y a otros oriundos del Estado Yaracuy. A éstos detenidos se les imputa el delito de “ejercer ilegalmente la medicina, recibir dinero de gente humilde y practicar la brujería”, aparte de estigmatizarlos como actores ridículos que atentan “contra las costumbres y el criterio sano” de los que allí habitan. Pollak-Eltz (1987: 67) nos informa que durante el primer mandato del Dr. Rafael Caldera (1969-1974), también se persiguió a los cultistas y se destruyeron algunos santuarios en la montaña.

En este sentido, Bracho (1994: 85) informa sobre el cierre de la Montaña que se hizo en 1965 de acuerdo a un decreto del Gobierno Nacional en el mes de abril, debido a informes que mostraban que los que asistían a dicho sector no lo hacían con intenciones religiosas “sino a festejar hasta destruir el medio ambiente y beber alcohol” -actividades prohibidas en un Parque Nacional-. Lo cual traía como consecuencia disputas violentas a veces con saldos lamentables. Indica Bracho además, que luego de siete meses fue restablecido el ingreso y desde entonces la Montaña no se volvió a cerrar al público.

Luego de treinta y tres años de la declaración del “Cerro María Lionza” como Monumento Natural, es en 1993 cuando se publica en Gaceta Oficial (Nº 4525) el Plan de Ordenamiento y Reglamento de Uso del mismo, instrumento que para Ferrándiz (1999: 12) constituye una forma de reglamentar el uso de la montaña, ya que establece normas que los creyentes no respetan u omiten por no mostrarse dispuestos a ajustar sus prácticas a dicha ordenanza. (Marchán, 2007. Pág 37-38, 41)





Un amor que se llora


Por Andrés Amorós

El «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías» de García Lorca ha hecho famoso en el mundo entero este nombre. Creen algunos incluso que Federico lo inventó. Naturalmente no es así. 


No hubo príncipe en Sevilla 
que comparársele pueda, 
ni espada como su espada 
ni corazón tan de veras. 
Como un río de leones 
su maravillosa fuerza, 
y como un torso de mármol 
su dibujada prudencia. 
Aire de Roma andaluza 
le doraba la cabeza 
donde su risa era un nardo 
de sal y de inteligencia. 
¡Qué gran torero en la plaza! 
¡Qué buen serrano en la sierra! 
¡Qué blando con las espigas! 
¡Qué duro con las espuelas! 
¡Qué tierno con el rocío! 
¡Qué deslumbrante en la feria! 
¡Qué tremendo con las últimas 
banderillas de tiniebla! 

Pero ya duerme sin fin. 
Ya los musgos y la hierba 
abren con dedos seguros 
la flor de su calavera. 
Y su sangre ya viene cantando: 
cantando por marismas y praderas, 
resbalando por cuernos ateridos, 
vacilando sin alma por la niebla, 
tropezando con miles de pezuñas 
como una larga, oscura, triste lengua, 
para formar un charco de agonía 
junto al Guadalquivir de las estrellas. 
¡Oh blanco muro de España! 
¡Oh negro toro de pena! 
¡Oh sangre dura de Ignacio! 
¡Oh ruiseñor de sus venas! 
No. 
¡Que no quiero verla! 
Que no hay cáliz que la contenga, 
que no hay golondrinas que se la beban, 
no hay escarcha de luz que la enfríe, 
no hay canto ni diluvio de azucenas, 
no hay cristal que la cubra de plata. 
No. 
¡¡Yo no quiero verla!!

Ignacio fue un personaje fascinante: matador de toros, mecenas de la generación del 27, autor dramático, conferenciante en Nueva York, crítico de sus propias corridas, Presidente del Betis y de la Cruz Roja sevillana... 

Los que le conocieron insisten en su enorme atractivo personal -«todo un hombre» me han dicho Pepín Bello y Alfredito Corrochano, sus grandes amigos- No fue un efebo, sino un hombre corpulento que tenía notable éxito con las mujeres. Su vida sentimental se centra en tres: Lola, Encarna y Marcela. El 27 de septiembre de 1915, en Sevilla, Ignacio Sánchez Mejías se casa con Dolores Gómez Ortega, hermana de los «Gallos». Tiene entonces 25 años y está aprendiendo el oficio como banderillero junto a «Joselito»; para él su maestro, su modelo, casi un dios. (Es patética la famosa fotografía de Baldomero en que se le ve en Talavera, en 1920, con el rostro apoyado en la mano como un pensieroso junto al cadáver de José)

Con Lola, Ignacio tiene dos hijos, Ignacio -que también fue torero- y María Teresa. Lola era gitana, bailaba con gracia, estaba muy enamorada de él... pero se le fue quedando atrás cuando el diestro amplió sus inquietudes culturales. No existía entonces el divorcio en España. Lola ocultaba su dolor con admirable dignidad. Me contaba Alfredito -que pasó temporadas en Pino Montano, la finca sevillana donde vivía el matrimonio- que a veces, de noche, el dolor de sus numerosas cornadas le impedía dormir a Ignacio; entonces Lola bajaba de su habitación y le aplicaba pomadas calmantes.

A partir de 1925, vive Ignacio su gran amor con Encarnación López Júlvez -«la Argentinita»- la gran revolucionaria del baile folclórico español, al que logra dar prestigio internacional. (Un psicólogo debe considerar curioso que ella había tenido antes una cierta relación sentimental con «Joselito», el modelo taurino de Ignacio) 

Encarna es gran amiga de García Lorca: él la acompaña al piano en la grabación de las «Canciones populares antiguas» que ha reunido, como «El café de Chinitas», «Los mozos de Monleón», «Los cuatro muleros», o «Las morillas de Jaén». Federico, Encarna e Ignacio forman un trío de amigos. Ignacio pasa temporadas en Madrid, y la visita en el piso de la calle General Arrando donde, hasta hace poco, ha vivido Pilar López, la hermana de Encarna: allí he visto yo retratos de él.

En 1933, Ignacio y Encarna crean la Compañía de Bailes Españoles, que estrena un espectáculo ambicioso, «Las calles de Cádiz», con texto de «Jiménez Chávarri» (alias del propio torero), música de Manuel de Falla y decorados de Ontañón. Pilar López me resumió el efecto que causó en el público madrileño: “¡Se armó la de San Quintín!” 

Pero Ignacio seguía teniendo éxito con las mujeres. Me contó Rafael Martínez Nadal -el gran amigo de Federico- que si el diestro iniciaba algún coqueteo, Federico, puritano, le reñía en nombre de su amiga Encarna...

Menos conocida es la historia de Marcelita: Marcelle Auclair, una hispanista francesa que había pasado su infancia en Chile y que se casó en 1926 con el escritor Jean Prévost (se divorció de él en 1939) En los años sesenta publicó una biografía de Santa Teresa de Jesús y un par de libros sobre la felicidad, además de fundar la revista «Marie Claire». En febrero de 1933 Marcelle, que tiene 34 años, visita Madrid. García Lorca le recomienda que conozca a Ignacio, «el andaluz por excelencia». Él es nueve o diez años mayor que ella. Se conocen en casa de Jorge Guillén, en la lectura que hace Federico a un grupo de amigos de «Bodas de sangre».

Años después, ella lo recuerda en su libro «Enfances et mort de García Lorca»: «Se sentó a mi lado. No decía nada. Me miraba. Yo le miraba. Los dos, mudos, heridos en lo vivo. Yo estaba allí en mi silla y él me miraba. Sus manos temblaban. La idea de marcharme al día siguiente, se me había hecho insoportable... Acabada la lectura, nos encontramos en la calle, Ignacio y yo, con los otros amigos, que no se atrevían a dejarnos. Federico gruñía: "¡Qué barbaridad!” Pasamos toda la noche, parándonos de vez en cuando en algún café. Ignacio sólo bebió agua pero recitó poemas de Góngora, más ardientes que todos los licores». También, una preciosa canción popular asturiana, que he podido localizar: “¡Ay, amor! Si la nieve resbala por el sendero, ¿qué haré yo?”

Al final de la noche fueron a dar a un baile popular en La Bombilla. Allí bailaron juntos al son de «La verbena de la Paloma». “Al primer paso de baile que dí, Ignacio me paró en seco y, poniendo sus grandes manos sobre mis hombros, me dijo: ”Aquí, soy yo el que mando”.

Federico vivió esto -según su expresión- como «un dramón». «Conozco de sobra a Ignacio para saber que, esta vez, es grave. Ella tiene un marido e hijos. Él, a "la Argentinita”. Si llega a pasar lo que preveo, Encarna los mata a los dos». Vuelve Marcelle a París, creyendo que la relación ha terminado. Pero Ignacio se presenta allí, en su casa y se encuentra con el marido: «La declaración de guerra entre los dos fue muda, pero brutal». Luego, esa tarde, la lleva a escuchar a unos gitanos: «Único contacto físico: un beso en el taxi, que ha durado de Étoile a Montrouge. Quedamos en vernos al día siguiente».

Pero un capricho del destino lo impide. 

En Sevilla, el administrador de los Bienvenida asesina a Rafaelito, el menor de los hermanos, que tenía quince años y estaba con su amigo Joselito Sánchez Mejías -el hijo de Ignacio- en casa de éste. El juez llama a declarar al torero, que tiene que volver precipitadamente. Y la escritora francesa se asusta, recordando las palabras de su marido: «Hay sangre entre ese hombre y tú».

En el verano de 1934, Marcela está en Santander, en los cursos de la Universidad Internacional. El 5 de agosto asiste, con sus amigos, a la corrida en la que torea Ignacio, que ha vuelto a los ruedos: «Lleva un traje azul y oro, su perfil de "sombrío Minotauro” tiene una gravedad hierática. Emana de él una fuerza tranquila que nos da seguridad».

Ignacio la descubre en el tendido, al dar la vuelta al ruedo. Esa noche, la llama por teléfono: «Me quedan tres contratos: mañana, en La Coruña; el 10, en Huesca; el 12, en Pontevedra. Cumplido eso, dejo definitivamente de torear».

¿Lo pensaba de verdad o sólo intentaba tranquilizarla? ¿Quería verla de nuevo? No lo sabemos. Seis días después, el 11 de agosto, Ignacio sufre una grave cornada en Manzanares. Muere en Madrid dos días más tarde. En Santander, Federico le entrega a Marcelita (así la llamaba) un cartón en el que ha pegado, con la ingenuidad de un niño, varios recortes y fotografías de Ignacio. Luego le dedicará un ejemplar de su gran poema: «A mi querida amiga Marcelle. Este recuerdo de nuestro inolvidable amigo. Con un abrazo de Federico García Lorca».

No hacía falta más. El poeta había vivido de cerca esta historia de amor. Gracias al «Llanto», Ignacio Sánchez Mejías no ha muerto del todo. Y, hasta el final de sus días en 1983, Marcelita guarda en su corazón el recuerdo de aquella despedida en la Estación de Orsay: siempre le quedó París. 

Y una noche de amor en una verbena madrileña.